En el establecimiento y promoción de la devoción al Sagrado Corazón de Cristo en el mundo, no puede minusvalorarse la labor que san Claudio de la Colombière realizó, primero como director espiritual de santa Margarita María de Alacoque en Paray-Le-Monial, y, posteriormente, como infatigable y delicado difusor de las riquezas de esta espiritualidad, siendo “el primero en difundir su mensaje” (cfr. Carta de san Juan Pablo PP al Prepósito de la Compañía de Jesús, P. Peter Hans Kolvenbach, 1986).
Este jesuita, formado entre Aviñón, Paris y Lyon fue enviado en 1675 como Superior de una pequeña Residencia y colegio jesuita y Capellán de un Monasterio de la Visitación a una pequeña ciudad provinciana francesa llamada Paray-Le-Monial. Era su primer destino como miembro de pleno derecho de la compañía, con menos de seis años de sacerdocio y apenas 34 años de edad.
El Provincial le había enviado allí conociendo por el anterior capellán la necesidad de alguien bien formado para discernir los hechos prodigiosos, curaciones, éxtasis y demás fenómenos extraordinarios que estaban turbando la paz del convento salesiano, resultados visibles de las apariciones de Jesucristo a santa Margarita. La propia santa escribió que las gracias y favores extraordinarios que el mismo Cristo el concedía “me hicieron caer en tan grandes temores que me movían a desear y pedirle que me sacara de ellos.
Él me lo prometió, añadiendo que me enviaría su fiel siervo y perfecto amigo que me enseñaría a conocerLe y abandonarme a Él sin más resistencia. Y, en efecto, me envió al Reverendo Padre La Colombière”. Cuando el jesuita llegó al locutorio para presentarse, sin conocer todavía a las monjas, dice santa Margarita “me fueron dichas distintamente estas palabras: “He aquí al que te envío” (carta CXXXII del epistolario de santa Margarita).
En junio de 1675, santa Margarita recibió la llamada “Gran Revelación”, en la que el Señor pide explícitamente una fiesta reparadora en honor de su Sagrado Corazón. En esa misma revelación, Cristo encomienda a santa Margarita que le diga a San Claudio “de mi parte que haga todo lo posible para establecer esta devoción y dar este gusto mi divino Corazón”.
San Claudio estuvo en Paray apenas año y medio, hasta septiembre de 1676 y de allí fue destinado a Londres, como Capellán y Predicador de la Duquesa de York, en el Palacio de Saint James, encargándose de atender a la pequeña comunidad católica del Londres anglicano. Las revelaciones permanecieron en secreto, pero san Claudio comenzó su misión de extender la devoción al Corazón de Jesús, una devoción que no era novedosa en la historia de la Iglesia y, por esta razón, san Claudio no necesitaba presentar las apariciones de Cristo a santa Margarita como fundamento para esta devoción. En las anotaciones a su retiro espiritual de 1677, san Claudio escribe “Ya la he inspirado a muchas personas en Inglaterra y he escrito a Francia a uno de mis amigos, rogándole que dé a conocer su valor en el sitio en que se encuentra”.
San Claudio estuvo en Londres poco más de dos años, hasta diciembre de 1678. Allí enfermó de tuberculosis y tuvo sus primeros vómitos de sangre. Fue encarcelado y desterrado de Paris acusado de participar en un “complot papista”, manera de desprestigiar y “politizar” su labor evangelizadora. Desde entonces tuvo destinos en Colegios jesuitas en los intervalos en los que su salud, cada vez más deteriorada, le permitía trabajar. Fue finalmente trasladado a la Residencia de Paray-Le-Monial, en donde murió el 15 de febrero de 1682, con 41 años de edad.
Santa Margarita supo por nuestro Señor el fallecimiento y tuvo la gracia de saber de su ascensión a la gloria celestial. Al día siguiente de la muerte de san Claudio, Santa Margarita escribió a una persona muy querida de ambos, una breve nota: “Cesad de afligiros. Invocadlo, no temáis; es más poderoso que nunca para socorrernos”.
Unos días después, santa Margarita tuvo que escribir a su entonces Superiora, la Madre Greyfié, extrañada de que la santa no pidiera sacrificios espirituales por el padre jesuita: “No tiene necesidad. Está en estado de pedir por nosotros, colocado muy alto en el cielo por la misericordia y bondad del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo”.
La fama de buen orador y de la excelencia espiritual de este padre jesuita se manifiesta en que apenas dos años después de su muerte estaban publicándose sus obras y escritos espirituales. Entre ellos estaban las anotaciones de su retiro de 1677, en los cuales san Claudio había transcrito la descripción de la Gran Revelación a santa Margarita María de Alacoque.
Quiso el Señor que fuera por mano de san Claudio que las apariciones salieran del secreto de la Clausura de la Visitación a todos fieles. Comenzó así, de hecho, la difusión abiertamente pública de las revelaciones, dándose un fortísimo impulso a la expansión de la devoción.
Santa Margarita de Alacoque afirma que san Claudio es el responsable de la expansión de esta devoción: “Conviene dirigirse a su fiel amigo, el buen Padre De La Colombière, al cual Jesús ha otorgado un gran poder encargándole, por decirlo así, de lo concerniente a esta devoción (Carta CXXXII de santa Margarita María de Alacoque).
El beato Bernardo, en el libro “Tesoro Escondido”, afirma que “en cuanto le duró la vida [San Claudio] procuró con todas sus fuerzas extender el sagrado culto del divinísimo Corazón. Pero se puede seguramente afirmar que lo propagó desde el cielo con mayor felicidad que en la tierra.»